domingo, 21 de agosto de 2011

A oscuras.


Despierto en medio de la más profunda oscuridad y trato de encontrar mis pantuflas al costado de la cama. La pereza sigue en mis ojos pero debo levantarme. Los más mínimos sonidos son anclas a la realidad. Dejo las sábanas a un costado y me aferro al bastón sin siquiera prender la luz ¿para qué? Ya no hay lágrimas porque simplemente no funcionan. Prendo el fuego de la hornalla y siento elevarse el calor poco a poco. No soy cuidadoso con eso y más de una vez la habitación se llenó de humo. Arriba se oyen los pasos crujir de mi vecino. Por estas horas siempre practica el mismo trozo de su partitura. Suena el portero. Voy a tumbos hasta la puerta. Siento el frío del picaporte en la mano. Solo es el correo. Mi felicidad se disipa. El cartero me descompone con el aroma de su perfume barato. Cierro nuevamente. La habitación sigue a oscuras. Llego hasta mi silla y abro el ventanal para dejar entrar la tibia brisa de las mañanas de verano. Desde el tercer piso el bullicio de la calle parece el arrullo de un mar agitado. Una ambulancia grita en la esquina. La vida me parece totalmente desabrida. Sigo esperando que el portero suene. Tomo un libro de la estantería y siento su superficie rugosa y el olor a papel recién comprado. Me duele tenerlo aquí, tan cerca y no poder asomarme siquiera a lo que me tiene vedado. El dolor es demasiado. Tomo el bastón y voy poco a poco hasta el balcón. Sigue oscura a pesar de ser el mediodía.
Salto.

Cinco minutos después suena el portero. 

Verás.


Me cansé de soportar lo insoportable.
Me cansé de callar lo indecible.
Me cansé de evadir los ineludibles.
Por eso hoy…
Tengo fuerzas para enfrentar los obstáculos.
Tengo confianza para gritar mi verdad.
Tengo amor sano para ya no soportarte.
Porque hoy…
Soy lo que quiero ser y no el que quieren que sea.
Soy el que vive sus días y no el que espera su turno.
Soy el que empuja su propio destino y no el que carga sueños ajenos.
Y mañana…
Verás mi fuerza, mi amor sano y mi confianza, y dirás…
‘Gracias por no soportar, por no callar, por no evadir’.
Pero será tarde. 

sábado, 9 de julio de 2011

Ellos son.

Son muñecos hechos de barro, con rasgos armados por la arcilla, con dedos cuarteados por la humedad.
Son sombras recortadas por el color, con el cabello cargado del tizne del hogar, con narices mojadas y rechonchas.
Son la simpleza y la inocencia encarnadas, con la humildad recargada en los genes, con la pobreza como una riqueza que heredar.
Son dos pares de ojos, con el mundo inflado en un eclipse, con la profundidad de nuestro propia locura.
Son callos, son globos, son gorras.
Son dientes, gritos y sonrisas robadas.
Son dos inconscientes que escapan de las cifras y las estadísticas, con el orgullo de la raza extinta, con el grito mudo del Inca muerto.
Son adultos desdibujados del reloj y los almanaques, con la eternidad como regla y la inmediatez como premisa.
Son rapaces de uñas mochas, son pescadores en miniatura, una burla para un pez aguerrido.
Son dos ignorados por la compasión, como paniaguados y pordioseros.
Son hijos de la Pachamama, huérfanos del Sol y la Mar.
Son la ola, la red y el silencio.
Porque ellos son la infancia interrumpida. 
Todo comenzó con una mirada
rebosante de amor
con una tierna sonrisa
que nos aseguraba
que este instante
llegaría más lejos,
tan lejos como una pluma llevada por el viento.
De repente
tus manos sobre mis mejillas
enternecieron todo mi ser
erizaron toda mi piel,
amor.
Mis manos,
suavemente,
siguieron a las tuyas
y perdiendo la noción del tiempo.
Y del espacio
nuestra piel encendida
terminó por fundir
nuestros cuerpos desnudos
en uno solo.
Y estremecidos de placer
culminamos exaltados
esta obra majestuosa
de apasionado amor.

Solo así entenderías.

Si hubieses vivido mi vida
¡entenderías tantas cosas!
Comprenderías por qué la dejé de lado
Para vivir mil vidas ajenas-
Verías por qué tantas veces
Abandoné mis proyectos,
Para desembocar en la nada-
Por qué postergué mis sueños
Para realizarlos en los demás.
Si hubieses vivido mi vida
Me admirarías
Por mantener la cordura
En medio de tanta locura.
Sabrías por qué
El miedo se impone
A mis fuerzas y mis sueños.
Entenderías mis limitaciones
Sin juzgarme duramente.
Porque solo las experiencias vividas
Nos enseñan la lección,
Nos ayudan a aprender.

No me enoja que no me comprendas
Solo me basta que no me juzgues,
Solo te pides que me ayudes.
Yo si entiendo
Que esto sea un enigma para ti.
Porque tu no viviste mi vida.

Quiero.

Cuando recuerdo aquellas pasión,
tanto momentos de intenso amor,
me pregunto si todo terminó.
Quiero creer que esta dormida,
pensar que volverá,
como volvió en cada ocasión
que renovamos nuestro amor.
Y nos volvimos a jurar
como una y mil veces
que sería para siempre.
Como perdura el tibio rayo de sol
cuando aparece cada mañana.
Quiero apostar nuevamente
quitarme el miedo a perder
y pensar que podremos ser
el una para el otro como fuimos.
Y desterrar así de mi
este sentimiento de soledad
y creer que dejaras
de estar tan lejos
estando tan cerca.
Quiero creer, quiero apostar
quiero volver a sentir.
Transcurría la fría siesta de invierno
aunque el sol entibiaba con su débil luz
estabas ahí…
podía sentirte, aunque no te viera
tu aroma flotaba en el aire,
emborrachándome,
envolviéndome,
con una energía chispéate
y de repente, te vi,
mi pecho se ensancha para
contener tantas sensaciones
que desbordan y bailoteando
se fugan
más allá de mí,
la incontenible necesidad de tocarte
se apodera de mí
y en la dulce caricia
que se desliza por tus brazos
nuestros cuerpos temblorosos
se funden
en el más ardiente de los abrazos;
de repente encuentro tus ojos
profundos, impetuosos,
que se fugan detrás
de un desenfrenado beso
que enciende hasta la última
célula de nuestros cuerpos.
Amo tanto las palabras
escritas en un poema
que logran emocionar
mi alma,
al igual que el rocío
se estremece
cuando el sol lo besa
en las mañanas,
las que me acercan otros
que estén a mi lado;
las que danzan en mis oídos;
las que saltan en mi garganta
llenas de armonía;
las que resuenan dentro
guiándome;
las que dicen
mis hijas.
Porque gracias a Dios…
a las palabras, no se las lleva el viento.